¿Por qué las remesas provenientes de EEUU son tan importantes para México?

Las remesas son el sostén invisible de millones de hogares y motor silencioso de la economía mexicana.

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En el México profundo, donde los programas sociales apenas tocan los bordes y el empleo formal escasea, hay un ingreso constante que llega mes con mes, sin pedir nada a cambio: las remesas. Lo que para algunos es apenas un dato económico, para millones de familias representa la diferencia entre comer y no comer, entre seguir en pie o abandonar su tierra.

Un reciente estudio del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA) reveló que las remesas no sólo son vitales para la economía de los hogares receptores, sino que, en algunos estados, superan ya el 10 % del Producto Interno Bruto (PIB) estatal. En Chiapas, por ejemplo, las remesas representaron el 14.3 % del PIB en 2024. En Guerrero, alcanzaron el 13.6 %, y cifras similares se registraron en otros estados del sur y occidente del país.

Pero el impacto va más allá del dato frío. Según el análisis, el ingreso total de los hogares que reciben remesas creció en promedio un 31 %. En regiones como el sur del país, donde la pobreza estructural ha sido históricamente desatendida, ese incremento llega hasta el 42 %. Es decir, sin ese dinero enviado desde el extranjero —principalmente desde Estados Unidos—, la realidad de millones de familias sería aún más precaria.

El fenómeno tiene rostro: según datos de la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024, alrededor de 9.8 millones de adultos mexicanos reciben remesas. El fenómeno es especialmente marcado entre mujeres, donde el porcentaje de receptoras llega al 12 %, y en regiones como el Bajío y el Occidente, donde una de cada seis mujeres adultas depende de este ingreso.

A nivel de hogares, la cifra también es elocuente: uno de cada nueve hogares mexicanos recibe remesas. Cuando la jefatura del hogar recae en una mujer, el porcentaje se eleva al 14.5 %, lo que muestra cómo las remesas también son una herramienta de empoderamiento económico femenino.

Lo más revelador del estudio del CEMLA es que más de un tercio de estos hogares se encuentra en localidades con menos de 2 500 habitantes. Es decir, son comunidades rurales, muchas de ellas marginadas, donde la migración ha sido una estrategia de sobrevivencia generacional. Desde allí se escribe la otra historia del dinero que entra a México: la que no aparece en las bolsas de valores, pero sostiene la economía local, mantiene a flote las tienditas, paga escuelas, compra medicamentos y repara techos antes de la temporada de lluvias.

En un país donde el debate económico suele centrarse en macrodatos y grandes reformas, vale la pena mirar con atención este flujo financiero silencioso pero constante. Las remesas no son sólo dinero: son la expresión de un país desbordado que se rehace cada mes desde el extranjero. Son, también, un llamado a repensar el modelo económico nacional desde sus márgenes.

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