Una Iglesia de pobres: el llamado del Papa León XIV y la brecha con la vida parroquial

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Albano, Italia. Ante un santuario lleno de fieles, refugiados, personas sin hogar y personal de Cáritas, el Papa León XIV presidió la Santa Misa en el Santuario de Santa María de la Rotonda, donde reafirmó con fuerza que “somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos”.

El Pontífice habló de una Iglesia que se reconoce en la fragilidad y que se fortalece en la comunión. Señaló que la paz de Cristo no es comodidad ni tranquilidad, sino “una inmersión en el riesgo del amor”. 

Invitó a derribar muros entre los que dan y los que reciben, y a dejar que el fuego del Espíritu sea el que transforme la indiferencia en cuidado y la prepotencia en mansedumbre.

En su homilía, León XIV utilizó la forma circular del santuario como símbolo de una Iglesia que abraza y acoge. Subrayó que la verdadera fuerza eclesial no está en el poder mundano, sino en la caridad que recibe a todos, especialmente a los más pobres. Concluyó pidiendo a la Virgen María que interceda por una Iglesia capaz de tener “corazones de carne y no de piedra”.

La brecha entre el mensaje pontificio y la realidad parroquial

Este mensaje tiene un peso profético: una Iglesia pobre y de los pobres. Sin embargo, la realidad que se vive cotidianamente en muchas diócesis y parroquias parece ir en otra dirección.

Con frecuencia, la pastoral parroquial está más centrada en el sostenimiento de estructuras, en la organización de fiestas patronales o en dinámicas internas de grupos de apostolado, que en hacer de la parroquia un lugar de acogida para los pobres y marginados. En no pocas ocasiones, la Iglesia local se presenta más como un espacio de prestigio social que como comunidad de servicio y fraternidad.

Esto abre una tensión que no podemos ignorar: lo que el Papa pide con claridad no se traduce necesariamente en la vida diaria de la Iglesia. Su homilía en Albano no debería quedarse en un bello discurso espiritual, sino convertirse en directriz pastoral vinculante para obispos, párrocos y grupos de apostolado.

La orientación pontificia es clara: la Iglesia solo será auténticamente de Cristo cuando reconozca en los pobres no un campo de acción, sino su propia identidad. El desafío es hacer que esa visión baje del nivel universal al nivel parroquial, donde la vida de la Iglesia se juega día a día.

Del Papa a las parroquias

La homilía del Papa León XIV debe leerse como un llamado urgente a replantear nuestras prácticas eclesiales. No basta con proclamar una Iglesia de pobres si en la vida cotidiana seguimos siendo una Iglesia de costumbres cómodas, de grupos cerrados, de liturgias impecables pero sin calor humano para los más frágiles.

Si de verdad queremos ser la Iglesia del Señor, el mensaje del Papa debe convertirse en una ruta pastoral para cada diócesis y cada parroquia. De lo contrario, seguiremos viviendo en una peligrosa desconexión: un Papa que habla a los pobres, y unas parroquias que se siguen mirando a sí mismas.

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