Estados Unidos veta el alto el fuego en Gaza: el peso del veto y el fantasma de Hamás

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Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con la sede de la ONU en Nueva York, analiza la situación en Gaza.

Con el poder de su veto, Estados Unidos volvió a bloquear en la ONU un alto el fuego en Gaza, blindando a Israel y justificando su decisión en la amenaza de Hamás, mientras millones de palestinos siguen atrapados en una guerra que el mundo pide detener.

Septiembre 19, 2025

El jueves 18 de septiembre, el Consejo de Seguridad de la ONU volvió a debatir una resolución para detener la guerra en Gaza. La propuesta era clara: un alto el fuego inmediato, incondicional y permanente, abrir el paso a la ayuda humanitaria y liberar a todos los rehenes. 

En ese debate del Consejo de seguridad, catorce países votaron a favor. Solo uno se opuso: Estados Unidos. Y en la ONU, ese único voto basta para anularlo todo, porque Washington es uno de los cinco miembros permanentes con derecho a veto, un privilegio heredado de la posguerra que permite a esas potencias bloquear cualquier resolución aunque exista un consenso mundial.

Con este nuevo veto —el sexto desde que comenzó la ofensiva israelí en 2023—, Estados Unidos volvió a blindar diplomáticamente a Israel en medio de una ofensiva que organismos de derechos humanos califican como genocida. 

Mientras tanto, la población civil en Gaza sufre hambruna, bombardeos continuos y desplazamientos forzados hacia el sur de la franja.

¿Por qué ese apoyo inquebrantable? Washington argumenta que la resolución era “inaceptable” porque no condenaba a Hamás ni reconocía el derecho de Israel a defenderse. Y aquí conviene detenerse un momento: ¿quién es Hamás y por qué aparece siempre en este debate?

Hamás es el Movimiento de Resistencia Islámica, fundado en 1987 en el marco de la Primera Intifada palestina. Nació como una rama local de la Hermandad Musulmana y con el tiempo se convirtió en un actor político y militar. 

Desde 2007 Hamás gobierna la Franja de Gaza, después de enfrentarse al movimiento rival Fatah. Para algunos palestinos, es también un proveedor de servicios sociales, escuelas y hospitales. 

Sin embargo, Hamás es conocido internacionalmente por su brazo armado, responsable de ataques con cohetes, atentados suicidas y operaciones contra Israel, acciones que han cobrado la vida de civiles. Por eso, tanto Estados Unidos como la Unión Europea y otros países lo consideran una organización terrorista.

De ahí la adversidad de Washington: apoyar un alto el fuego sin mencionar a Hamás sería, a sus ojos, “premiar” a un grupo al que responsabiliza de desencadenar el conflicto y que, además, mantiene rehenes. Israel, por su parte, lo señala como su enemigo principal y justifica en esa amenaza su ofensiva militar que también ha cobrado la vida de civiles.

El problema es que este veto no cambia la realidad en el terreno. El hambre, la destrucción y la muerte siguen marcando la vida de millones de palestinos, mientras la comunidad internacional se queda atada de manos por una regla diseñada hace ochenta años, cuando se creyó que solo con el poder de veto las grandes potencias aceptarían sentarse en la mesa de la ONU. 

Hoy, esa prerrogativa que solo cinco países tienen, y que salvo una ocasión solo Estados Unidos ejerce, se traduce en bloqueos como este, donde la voluntad de casi todo el mundo queda anulada por el “no” de solo un gobierno. 

En el fondo, la guerra en Gaza no es solo una cuestión de enfrentamientos armados. Es también una batalla diplomática donde el peso del veto estadounidense impide a la ONU actuar, y donde la figura de Hamás sigue siendo el argumento recurrente para justificar la continuidad de una ofensiva que cada vez más voces califican como insostenible.

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