La educación en México: de la evangelización al pensamiento neoliberal

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Un recorrido por cinco siglos de aprendizaje: control, libertad y búsqueda de sentido

La historia de la educación formal en México no se escribe en línea recta. Es, más bien, un tejido de rupturas y continuidades donde se entrelazan la fe, la ciencia, la política y la lucha por la justicia social. Desde los templos prehispánicos hasta las aulas digitales, cada etapa ha reflejado el proyecto de nación de su tiempo.

De los templos al aula: el conocimiento antes de la conquista

Antes de la llegada de los españoles, los pueblos mesoamericanos ya habían organizado sistemas educativos estructurados. En el Calmécac se formaba a los hijos de los nobles en religión, astronomía, escritura y gobierno; en el Telpochcalli, los jóvenes del pueblo aprendían oficios, disciplina y valores comunitarios.

La educación no era un privilegio, sino una responsabilidad social y espiritual: formar a las personas para que sirvieran a su comunidad y honraran a los dioses.

El tiempo colonial: la educación como instrumento de evangelización

Con la conquista, la educación se convirtió en un mecanismo de control cultural. Las órdenes religiosas —franciscanos, dominicos, jesuitas— abrieron escuelas y colegios donde el propósito central era la evangelización. Pero no una evangelización con propósitos salvíficos, sino de domesticación ante el dominio español. 

Los indígenas recibieron instrucción básica en castellano y doctrina cristiana, y la educación femenina quedó limitada a la moral y las labores domésticas, mientras los criollos varones eran los únicos que accedían a estudios superiores 

El sistema educativo era excluyente, pero también fue el origen de la alfabetización y de los primeros colegios mayores, como el de San Ildefonso y la Real y Pontificia Universidad de México.

Siglo XIX: de la independencia al positivismo

Con la independencia emergió una pregunta crucial: ¿para qué educar a un país libre?. El siglo XIX estuvo marcado por el choque entre la educación religiosa y la educación laica.

Las Leyes de Reforma y la Ley de Instrucción Pública de 1867 introdujeron tres principios que serían pilares del sistema educativo moderno: laicidad, obligatoriedad y gratuidad.

Durante el Porfiriato, el positivismo, que enfatizó el conocimiento basado en la observación empírica, impregnó las aulas con su lema de “orden y progreso”. La educación se orientó hacia la ciencia y la técnica, aunque siguió siendo elitista y urbana.

Siglo XX: la educación como motor de la nación

La Revolución Mexicana transformó la educación en un proyecto de Estado. En 1921 se fundó la Secretaría de Educación Pública (SEP), bajo la visión de José Vasconcelos, quien concibió la educación como un proceso de liberación espiritual y cultural.

Se crearon escuelas rurales, se difundió el arte, la lectura y la identidad nacional.

Más tarde, con Jaime Torres Bodet, llegó el Plan de Once Años (1959-1970), que expandió la cobertura escolar y estableció los libros de texto gratuitos, símbolo de una nación que alfabetizaba para unificar.

Durante el resto del siglo, la educación fue masiva, burocrática y desigual, pero también una de las conquistas sociales más notables del México moderno. La educación tecnológica, las normales rurales, la universidad pública y la educación para adultos consolidaron un sistema amplio, aunque profundamente desigual.

Siglo XXI: la educación neoliberal

Cinco siglos de historia muestran que la educación en México ha sido reflejo de sus luchas: evangelizadora en la Colonia, liberal en el siglo XIX, nacionalista tras la Revolución y tecnocrática en el siglo XX. 

Cada época buscó moldear al ciudadano que necesitaba su proyecto de país. Pero al llegar el neoliberalismo, la educación comenzó a responder más a los mercados que a la comunidad, más a los indicadores que al sentido. 

Comprender ese giro —cuando enseñar dejó de buscar formar conciencia para buscar producir “capital humano”— es indispensable para entender por qué hoy, en el gobierno de la Cuarta Transformación México intenta recuperar el alma de su escuela.

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