Educación neoliberal en México: la herencia de la desigualdad que no debe repetirse

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Durante más de tres décadas, el modelo educativo neoliberal convirtió la escuela mexicana en un engranaje de mercado, desdibujando su sentido social y comunitario. 

Si algo caracterizó sobremanera a la educación en el periodo neoliberal mexicano, es que puso a la escuela al servicio del mercado. Con promesas de modernización, dejó desigualdad, precariedad y un sistema fragmentado. 

Hoy, la lección es clara: nunca más un proyecto que ponga la competitividad por encima de la justicia educativa.

En el discurso de modernización, la educación fue reducida a “capital humano”. Se dejó de ver al estudiante como ciudadano en formación y se le trató como recurso para la economía global. 

El aula se volvió un espacio de preparación para la competencia, no para la construcción del bien común. Bajo la lógica neoliberal, el valor de un joven estaba en su productividad futura, no en su dignidad presente.

Descentralización que profundizó la desigualdad

El Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (1992) entregó la administración de las escuelas a los estados, pero sin garantizar recursos equitativos. Resultado: mientras unas entidades pudieron invertir en infraestructura y programas, otras quedaron condenadas al rezago. Se consolidó así un México educativo de dos velocidades, con escuelas modernas en unos lugares y aulas precarias en otros.

Privatización disfrazada

Aunque la Constitución seguía proclamando educación gratuita, en la práctica se fomentó la expansión de colegios privados y se normalizaron las cuotas “voluntarias” en escuelas públicas. 

La clase media y popular comenzó a endeudarse para acceder a lo que el Estado debió garantizar: calidad y equidad. La escuela pública perdió prestigio, y con ello se debilitó uno de los pilares de la cohesión social mexicana.

Evaluación como castigo

La obsesión por medir la calidad a través de pruebas estandarizadas como ENLACE y PISA redujo la educación a números y rankings. 

Lejos de fortalecer al magisterio, se le culpó del fracaso del sistema. La reforma educativa de 2013, con evaluaciones punitivas para los docentes, fue la culminación de este enfoque: la rendición de cuentas sin justicia, la exigencia sin acompañamiento.

Cobertura desigual

El periodo neoliberal se ufanó de ampliar el acceso a la educación media y superior. Y en efecto, más jóvenes lograron llegar a las aulas. Pero el crecimiento se dio sobre todo en universidades tecnológicas y privadas de calidad.

Mientras las escuelas de élite crecían, se consolidó un techo invisible e intangible que impedía el desarrollo educativo y socioeconómico a quienes provenían de familias pobres o de comunidades rurales. La desigualdad educativa se convirtió en una fábrica de desigualdad social.

La factura social del modelo

Después de más de 30 años de neoliberalismo, México heredó:

  • Maestros desvalorizados y perseguidos.
  • Escuelas públicas debilitadas y estigmatizadas.
  • Familias empobrecidas por pagar lo que debió ser gratuito.
  • Jóvenes excluidos de oportunidades reales de movilidad social.

La consecuencia fue un deterioro social profundo, con generaciones enteras marcadas por la falta de acceso a una educación digna, sembrando frustración, violencia y marginación.

Una lección que no debemos olvidar

Hoy, con nuevos proyectos educativos en marcha, la advertencia es clara: no se puede volver a poner la educación al servicio del mercado. 

La escuela debe ser un espacio de justicia, de equidad y de esperanza, no un filtro que perpetúe la desigualdad. 

Volver al modelo neoliberal sería retroceder en la construcción de un país más justo e incluyente.

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