
Durante años, el Seguro Popular fue presentado por la derecha mexicana como un logro de la política social mexicana. Hoy, sectores opositores lo reivindican casi como una “edad de oro” de la salud pública, afirmando que su desaparición dejó a millones de personas sin atención. Pero ¿qué tan cierto es ese relato?
No era universal
Aunque se llamó “popular”, el Seguro Popular nunca cubrió a toda la población. Hubo millones de mexicanos que, aun con credencial, encontraban barreras de acceso: hospitales saturados, servicios estatales fragmentados, y una calidad desigual dependiendo de la región.
No era totalmente gratuito
El mito de la gratuidad tampoco se sostiene. El Seguro Popular cubría enfermedades frecuentes y algunos procedimientos básicos, pero dejaba fuera tratamientos costosos como cáncer, trasplantes o ciertos medicamentos de alta especialidad. Muchas familias terminaban endeudadas o recurriendo a donaciones para poder costear lo que el programa no incluía.
No era seguro
La credencial del Seguro Popular servía para las estadísticas —el encuestado decía “sí, tengo acceso a salud”—, pero no garantizaba que hubiera médicos, medicinas ni camas disponibles cuando se necesitaban. En muchos casos, lo “seguro” se convertía en una espera interminable o en una receta sin surtir.
¿Por qué se sostiene el mito?
Porque era un sistema fácil de registrar y de medir: millones tenían credenciales, y en las encuestas aparecía como cobertura amplia. Políticamente, era un instrumento útil para mostrar cifras “positivas”, aunque en la práctica no asegurara la atención.
Hoy, al recordarlo, la oposición lo utiliza como contraste frente a los problemas del IMSS-Bienestar. Sin embargo, idealizarlo es un recurso político más que un diagnóstico honesto de lo que fue.
En resumen, el Seguro Popular tuvo aciertos, como intentar dar acceso a población no asegurada. Pero no fue ni totalmente seguro ni plenamente popular. Presentarlo hoy como el gran modelo perdido es parte de una narrativa que simplifica la historia de la salud en México.
El verdadero reto no está en añorar el pasado, sino en consolidar un sistema de salud universal, gratuito y de calidad que supere tanto las carencias del Seguro Popular como los errores en la transición hacia un nuevo modelo.