Exigen a la presidenta no construir megapuerto en Ensenada. Claudia dice “si no quieren, no”

Decir “no” a todo también detiene el desarrollo: el caso del puerto El Sauzal en Ensenada

Estamos históricamente acostumbrados a gobiernos que imponen, por eso sorprende —y hasta desconcierta— que hoy tengamos un gobierno dispuesto a frenar un megaproyecto si la población así lo demanda. La presidenta Claudia Sheinbaum ha dicho con claridad que si los ensenadenses no quieren la ampliación del puerto El Sauzal, la obra se cancelará

El convoy en el que viajaba la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo fue bloqueado este sábado 12 de julio por población y activistas que exigían la cancelación de la construcción del megapuerto en Ensenada, Baja California. La presidenta con megáfono en mano respondió: “Si no quieren, no”.

No se trata de un amague. Ya lo ha demostrado este gobierno una y otra vez: escucha, consulta y respeta. Aún si eso implica dejar de construir. En junio de 2019 el entonces Presidente López Obrador escuchó al pueblo y dio por cancelado el proyecto de construir un metrobús que uniría el transporte de cuatro ciudades: Torreón, Matamoros, Gómez Palacio y Lerdo. Iba a ser uno de los transportes urbanos de metrobús más ambiciosos del país.

Para el gobierno de la Cuarta Transformación no es lo mismo la opinión de comentócratas y opinadores a sueldo, que la opinión del pueblo. Los opinadores de la oposición pueden decir lo que quieran y no frenan ningún proyecto federal. Pero si lo dice el pueblo eso es otra cosa.

En junio de 2019 la gente de La Laguna de Coahuila y Durango a mano alzada en presencia del presidente dijo no al metrobús, el proyecto se canceló y La Laguna continúa por decisión popular con uno de los sistemas de transporte más obsoletos, disfuncionales y vergonzosos del país.

Por eso hay una preocupación legítima que no debemos eludir: ¿qué pasa cuando la voluntad popular se forma a partir de una campaña de desinformación? ¿Qué sucede cuando sectores de oposición —políticamente motivados— rechazan todo lo que venga del gobierno federal, sin análisis, sin propuesta y sin conciencia de las consecuencias?

La Cuarta Transformación ha traído consigo una nueva lógica: no se impone sin diálogo, no se construye sin consenso. Y eso, en teoría, es profundamente democrático. Pero también puede volverse riesgoso cuando el consenso no está basado en razones, sino en prejuicios. Cuando la crítica no nace del cuidado ambiental ni del bien común, sino de una estrategia electoral que busca frenar al gobierno a toda costa.

El caso de la ampliación del puerto El Sauzal es emblemático. Por un lado, están los argumentos legítimos de quienes viven del mar, de quienes aman su costa, y de quienes temen por el impacto ambiental de una obra de esta magnitud. Eso se resuelve con diálogo.  Pero por otro lado, también están quienes rechazan el proyecto simplemente porque viene del gobierno federal, sin detenerse a considerar que podría detonar desarrollo portuario, empleo, inversión y una transformación logística para toda la región.

El problema no es que haya oposición popular, sino que esa oposición no siempre está bien informada ni actúa con responsabilidad social. Muchos medios locales, dominados por narrativas adversas al gobierno de la 4T, amplifican el rechazo al proyecto sin presentar la visión completa: ¿cuántos empleos se perderían si se frena la expansión del puerto? ¿Cuántas oportunidades para jóvenes y técnicos quedarán truncas? ¿Cuánta carga logística se desviará a otros puertos menos preparados?

La presidenta Sheinbaum ha dejado clara su voluntad de gobernar con el pueblo, no sobre el pueblo. Pero no podemos perder de vista que cancelar un proyecto por voluntad popular no siempre es lo mejor para el bienestar popular. A veces, hay que explicar más, dialogar mejor, construir confianza y corregir lo que deba corregirse. Porque decir “no” por reflejo ideológico también puede convertirse en una forma de injusticia social.

Ojalá el caso de Ensenada no se resuelva con el ruido, sino con razones. Que la voz de los habitantes se escuche, sí, pero también que esa voz se alimente de información técnica, de diagnósticos serios y de visión de futuro. 

Porque frenar por frenar también es una forma de condenar. No hay que olvidar el caso del metrobús en la Comarca Lagunera.

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