El asesinato de una congresista, un tiroteo contra un senador y marchas en todo el país evidencian la polarización que sacude al segundo mandato de Trump, incluso durante su celebrado desfile militar:
Washington, D.C., 14 de junio de 2025.– Lo que debió ser una celebración patriótica encabezada por el presidente Donald Trump en su cumpleaños 79, terminó convertido en el retrato crudo de una nación fracturada. Mientras el mandatario presidía un costoso desfile militar con miles de soldados y aviones sobrevolando el cielo capitalino, Estados Unidos vivía una jornada marcada por la violencia política y las protestas ciudadanas.
El evento, el primero de su tipo desde 1991, reunió a unas 250 mil personas con registro previo, según cifras de la Casa Blanca. Fue el marco para conmemorar el 250 aniversario de las fuerzas armadas estadounidenses. En su discurso, Trump adoptó un tono desafiante: “Si amenazan al pueblo estadounidense, nuestros soldados irán tras ustedes. Su derrota será segura”.
Pero la solemnidad del desfile contrastó con el resto del país. En ciudades como Nueva York, Chicago, Houston, Los Ángeles y también fuera de EE.UU. —incluyendo París y la Ciudad de México—, al menos 200 mil personas se manifestaron bajo la consigna “No Kings” (Sin Reyes), acusando a Trump de gobernar como un autócrata.
Los manifestantes denunciaron el “autoritarismo” del presidente y el “culto a la personalidad” que consideran evidente en el uso del ejército como espectáculo político. En Nueva York, un enorme globo caricaturesco de Trump en pañales flotó sobre la Quinta Avenida mientras miles coreaban “Donald Trump tiene que irse”. Las banderas invertidas, pancartas críticas y demandas de fin a las redadas migratorias fueron protagonistas en muchas de las ciudades movilizadas.
La jornada también estuvo marcada por un trágico hecho de violencia que muchos consideran un punto de quiebre. En Mineápolis, la congresista estatal demócrata Melissa Hortman y su esposo fueron asesinados a balazos, y minutos después el senador John Hoffman y su esposa resultaron heridos en un atentado. El gobernador de Minnesota, Tim Walz, calificó el crimen como “violencia política selectiva”, señalando su gravedad y posible motivación ideológica.
A pesar de que la mayoría de las protestas se desarrollaron de forma pacífica, se registraron incidentes graves. En Utah, una persona recibió impactos de bala durante una manifestación; en Virginia, un conductor intentó arrollar a manifestantes; y en Los Ángeles, donde las protestas contra las redadas migratorias se han intensificado, la policía dispersó a los asistentes con gases lacrimógenos y agentes montados, dejando un saldo de tres detenidos y siete agentes heridos.
Las imágenes de la jornada en Washington, con el presidente vitoreado al paso de tanques, aviones y cañonazos, contrastaron con las de veteranos militares protestando y ciudadanos ondeando banderas de México, Palestina o El Salvador, y carteles que leían: “No hay corona para el payaso”.
Lo ocurrido ayer expone con crudeza la doble realidad que vive Estados Unidos bajo el segundo mandato de Donald Trump: una nación dividida entre la exaltación del poder militar y el clamor de millones que denuncian una deriva autoritaria. La violencia política, hasta hace poco marginal, se ha instalado en el corazón del debate. El desfile quiso mostrar fuerza, pero lo que se vio fue fragilidad democrática.