
La guerra entre Israel e Irán ha dejado de ser una amenaza latente para convertirse en una realidad devastadora. Lo que comenzó como una serie de tensiones diplomáticas y escaramuzas indirectas ha desembocado en un intercambio militar abierto y de gran escala que, en menos de 48 horas, ha cobrado decenas de vidas, ha estremecido al mercado energético mundial y ha puesto en jaque la estabilidad regional en Medio Oriente.
Todo se precipitó el viernes 13 de junio, cuando el gobierno israelí lanzó una operación aérea de gran envergadura sobre territorio iraní. Bautizada como “Operación Rising Lion”, esta ofensiva incluyó más de 200 aeronaves que bombardearon instalaciones nucleares estratégicas, centros de mando militar e incluso residencias de altos mandos del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica. Las consecuencias fueron inmediatas y graves: al menos 78 personas murieron en Irán, entre ellas generales de alto rango y científicos vinculados al programa nuclear.
La reacción de Teherán no se hizo esperar. Horas después, Irán lanzó un alud de más de 150 misiles balísticos y un centenar de drones contra ciudades israelíes, en una operación de represalia que denominó “Promesa Verdadera III”. Aunque la mayoría de los proyectiles fueron interceptados por los sofisticados sistemas de defensa aérea de Israel —incluyendo el famoso Iron Dome—, varios lograron impactar zonas urbanas y militares, causando daños significativos y dejando al menos tres muertos y decenas de heridos. Uno de los blancos alcanzados fue nada menos que la sede del Estado Mayor del ejército israelí en Tel Aviv, según confirmaron medios internacionales como el New York Post.
Este intercambio de fuego ha detonado una serie de reacciones internacionales. Mientras Naciones Unidas, la Unión Europea y otras potencias han hecho un llamado urgente a la contención, Irán ha advertido que responderá con más fuerza si la ofensiva continúa, e incluso ha amenazado con atacar bases estadounidenses, británicas y francesas en la región si percibe que estas potencias intervienen del lado de Israel. Por su parte, el gobierno israelí ha sido claro: si Irán cruza ciertas líneas, “Teherán arderá”.
Mientras tanto, las consecuencias se hacen sentir en todo el mundo. El precio del petróleo ha subido abruptamente, los espacios aéreos de varios países de la región han sido cerrados como medida preventiva y las negociaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos han quedado suspendidas indefinidamente. En un gesto simbólico pero cargado de preocupación, el papa León XIV hizo un llamado a la paz y exhortó a que “la razón prevalezca sobre la destrucción”.
La posibilidad de una expansión del conflicto ya no es una conjetura alarmista, sino un escenario que muchas cancillerías consideran inminente. Las próximas horas serán decisivas, no solo para la región, sino para el equilibrio geopolítico global.