La democracia en entredicho: lo que el sheriff de Florida revela sobre Estados Unidos

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Organizaciones defensoras de derechos humanos y representantes de la sociedad civil exigieron este jueves un alto inmediato a la represión que sufren millones de migrantes en Estados Unidos, en especial tras el endurecimiento de la política migratoria promovida por el expresidente Donald Trump y retomada por sectores conservadores.

Las declaraciones recientes del sheriff del condado de Brevard, Florida —amenazando de muerte a quienes se manifiesten con violencia en contra de las políticas antiinmigrantes del presidente Donald Trump— no sólo son alarmantes: son reveladoras. Lo que deberían ser llamados a la moderación, al diálogo y al respeto al disenso, se convierten en amenazas abiertas que rayan en el autoritarismo más crudo.

Este tipo de discursos, lejos de ser excepcionales, parecen cada vez más comunes en una nación que históricamente se ha presentado como baluarte de la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, los hechos contradicen el relato. La criminalización de la protesta, la persecución de migrantes y ahora estas advertencias brutales, nos muestran a un Estados Unidos que se aleja de los principios democráticos que proclama.

En contraste, el México actual —con todos sus problemas, con errores que no se deben ocultar y con instituciones aún en proceso de consolidación— ha dado un viraje significativo en el respeto a los derechos humanos desde la llegada de la Cuarta Transformación. Sí, hay policías mal capacitados, sí, hay autoridades locales que aún no comprenden ni comparten el nuevo rumbo del país. Pero el signo del gobierno no es la represión. Hoy en México, protestar no es una sentencia de muerte. Y eso, aunque parezca poco, es mucho en un mundo cada vez más polarizado.

Es hora de dejar de idealizar a Estados Unidos como faro de libertad. La democracia no se mide en elecciones cada cuatro años ni en discursos bien elaborados, sino en cómo se trata a los más vulnerables, en cómo se responde al disenso y en la capacidad de escuchar al otro. Si una potencia como Estados Unidos no es capaz de respetar la protesta ni de proteger a los migrantes que han construido con su trabajo buena parte de su economía, entonces su liderazgo mundial se basa en una peligrosa simulación.

Lo que Estados Unidos necesita no es más poder militar ni más vallas en sus fronteras. Necesita una profunda reforma de conciencia. Una relectura de su historia desde la empatía. Una redefinición de lo que significa ser libre, justo y democrático. Solo entonces el mundo podrá respirar con esperanza. Porque un país tan poderoso, si además deja de respetar los derechos humanos y pierde todo sentido democrático, se convierte no en modelo, sino en amenaza global.

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