La familia no tiene ideología: cómo la derecha se apropió de un valor universal

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La defensa de la familia en México fue adoptada por la derecha más por circunstancias históricas que por afinidad estructural. La izquierda, centrada en la justicia social, dejó vacante un terreno que también le correspondía: el cuidado de la unidad y el bienestar familiar.

Un valor anterior a la política

La familia es una realidad humana anterior a cualquier ideología. Es el primer espacio donde se aprenden la cooperación, la responsabilidad y la confianza. No pertenece a ningún partido ni corriente, aunque la política la haya convertido en bandera.

En México, la defensa de la familia ha sido históricamente identificada con la derecha, pero esa relación es resultado de circunstancias culturales y religiosas más que de una lógica estructural.

Herencia histórica del catolicismo conservador

Tras la Revolución mexicana, el Estado promovió un modelo laico de educación y moral pública. Frente a ello, la Iglesia católica y los grupos afines se organizaron para proteger lo que consideraban “valores naturales”: la vida, la familia y la fe.

Durante décadas, la derecha encontró en estos temas un medio para afirmarse frente al liberalismo laico y al socialismo. Así, la defensa de la familia se transformó en una expresión de identidad conservadora, no tanto por su contenido, sino por su función simbólica dentro de la lucha cultural.

La izquierda se concentró en la justicia social

Mientras tanto, la izquierda mexicana priorizó las causas económicas y colectivas: el salario, la tierra, la educación pública y los derechos laborales.

Su lenguaje político se orientó hacia las estructuras sociales, mientras que el cuidado de la familia se consideró una cuestión privada o religiosa. Esto generó un vacío simbólico: la derecha lo llenó con un discurso moral que conectó emocionalmente con los sectores populares.

Paradójicamente, la izquierda, que buscaba el bienestar del pueblo, no incorporó a la familia como parte esencial del bienestar social.

La familia como punto de encuentro

Defender la familia no tiene por qué implicar un programa conservador. Una política familiar puede y debe incluir aspectos como:

  • condiciones laborales que permitan conciliar trabajo y vida familiar,
  • acceso a vivienda digna,
  • educación con valores cívicos,
  • protección a madres y padres solos,
  • y apoyo a adultos mayores.

Estas son causas sociales tanto como económicas. En ellas, la familia se entiende como núcleo de cohesión y desarrollo, no como símbolo ideológico.

Recuperar el equilibrio

La derecha convirtió la defensa de la familia en un discurso moral. La izquierda la olvidó en su proyecto de transformación estructural. Pero ambos enfoques son incompletos.

Una sociedad equilibrada necesita instituciones justas y familias fuertes; justicia social y vínculos estables; libertad y responsabilidad.

La familia no es un instrumento político, sino un bien común que requiere políticas públicas, cultura de cuidado y formación en valores humanos.

Conclusión

En México, la defensa de la familia no debería ser una bandera partidista, sino un punto de encuentro nacional. La política cambia; la familia permanece como el primer espacio donde se aprende a convivir, compartir y construir comunidad.

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