La Olimpiada Nacional CONADE: semillero vital del deporte mexicano… pero con retos estructurales

Por décadas, la Olimpiada Nacional —ahora Juegos Nacionales CONADE— ha sido el principal espacio competitivo para la formación de jóvenes atletas en México. Es el evento multideportivo juvenil más importante del país, organizado por la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), y cada año congrega a miles de atletas de todo el país con el objetivo de fomentar la competencia sana, detectar talentos y formar futuros representantes nacionales.

La edición 2025, en curso del 16 de mayo al 2 de julio, cuenta con más de 40 mil participantes en 51 disciplinas, en sedes distribuidas entre Jalisco, Tlaxcala, Colima, Puebla y Yucatán. La magnitud logística y el entusiasmo social que despierta este evento no son menores: para muchos jóvenes, es su primer contacto con el deporte a gran escala, con jueces certificados, equipos médicos, entrenadores especializados y un sistema de clasificación que va desde lo municipal hasta lo nacional.

Un modelo consolidado, pero insuficiente

La existencia de esta competencia es crucial. Estudios como el “Modelo de Evaluación del Deporte Federado en México” (INDE 2016) destacan que la Olimpiada Nacional ha servido como base de detección para el 70 % de los atletas que luego integran selecciones juveniles nacionales. En deportes como atletismo, gimnasia o lucha, es común que los seleccionados nacionales hayan pasado por esta competencia entre los 12 y 17 años.

No obstante, su valor como semillero no necesariamente se traduce en resultados de alto impacto en el contexto internacional. De hecho, diversos expertos han señalado que México atraviesa un estancamiento en su rendimiento olímpico. En Tokio 2020, el país logró solo 4 medallas de bronce, en contraste con las 7 obtenidas en Londres 2012. ¿Qué está fallando si el país tiene una plataforma tan sólida de formación temprana?

La brecha internacional

A diferencia de programas como el Olympic Development Program (ODP) en Estados Unidos, que ofrece seguimiento técnico, táctico y psicológico por etapas regionales y nacionales, el sistema mexicano se centra más en la competencia que en el desarrollo progresivo del talento. 

La Olimpiada Nacional no contempla, por ejemplo, módulos obligatorios de formación académica, ni un sistema uniforme de seguimiento técnico a largo plazo. En países como China, el desarrollo del talento juvenil incluye academias, ligas escolares obligatorias y alianzas entre ministerios de deporte y educación. En México, esos puentes apenas existen.

Además, existe un fenómeno poco atendido: el efecto de la edad relativa, por el cual los nacidos en los primeros meses del año tienen ventajas competitivas en las convocatorias y selecciones. Un estudio del Instituto de Ciencias del Deporte de la UNAM (2021) demostró que más del 60 % de los atletas finalistas en la Olimpiada Nacional nacen entre enero y abril. Esto sugiere que el sistema podría estar seleccionando a los más desarrollados físicamente en vez de a los más talentosos o con mayor potencial a largo plazo.

Valor y aportes reales

Sin embargo, no se puede restar mérito a lo mucho que esta competencia ha aportado. Para miles de jóvenes, participar en la Olimpiada Nacional significa acceso a:

  • infraestructura deportiva profesional,
  • entrenadores certificados,
  • reconocimiento social,
  • motivación para sostener hábitos saludables y
  • oportunidades educativas (becas deportivas, inclusión en programas de talentos, etc.).

A nivel estatal, gobiernos como los de Nuevo León, Jalisco y Baja California han invertido activamente en programas de formación basados en esta plataforma, cosechando resultados visibles tanto en los Juegos CONADE como en competencias internacionales juveniles.

¿Qué hay hacia adelante?

El modelo mexicano tiene valor y merece fortalecerse, pero necesita renovarse si se quiere competir globalmente. Expertos internacionales proponen incorporar al sistema principios como el Positive Youth Development (PYD) y Sport-Based Youth Development (SBYD), donde no sólo se busca el resultado competitivo, sino una formación integral que incluya desarrollo emocional, liderazgo, trabajo en equipo y resiliencia. Algunos programas comunitarios en México, como Escalando Fronteras en Monterrey, ya los aplican exitosamente. Pero aún no están integrados al modelo oficial de CONADE.

Además, urge construir un sistema de evaluación a largo plazo que no sólo premie medallas, sino también trayectorias deportivas completas. La detección de talento no puede limitarse al rendimiento físico momentáneo; debe incluir visión, planeación y acompañamiento.

La Olimpiada Nacional sigue siendo un pilar fundamental del deporte mexicano. Su valor social, educativo y competitivo es indiscutible. Pero si queremos que deje de ser un simple escaparate de talentos momentáneos y se convierta en una verdadera plataforma de formación de élite, debemos dar el salto hacia modelos más integrales, inclusivos y técnicamente rigurosos. Competir en lo alto requiere algo más que entusiasmo juvenil: necesita estructura, ciencia, visión y constancia.

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