En un país donde la noticia negativa suele acaparar titulares, hoy tenemos un dato que debería llenar de esperanza y orgullo: la pobreza en México ha caído a niveles que no veíamos en mucho tiempo.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que, en 2024, el 29.6 % de la población vive en pobreza multidimensional, es decir, poco menos de 3 de cada 10 mexicanos.
Para dimensionar, hace apenas dos años la cifra era de 36.3 %, y en 2016 rozaba el 43 %. Solo entre 2022 y 2024, 8.3 millones de personas dejaron de vivir en pobreza, y en todo el sexenio pasado la cifra total asciende a 13.4 millones. Son números que no se logran por accidente.
La pobreza extrema también muestra una mejora clara: de 9.1 millones de personas pasó a 7 millones. Y aunque nadie sensato diría que 7 millones de vidas en pobreza extrema es aceptable, no podemos ignorar que son 2.1 millones menos en apenas dos años.
Para un país que durante décadas escuchó que la pobreza era “un mal estructural” y que lo máximo que podía aspirar era a contenerla, estas cifras son una demostración de que, con políticas sociales activas, incremento del salario mínimo y programas de apoyo directo, sí se puede revertir.
No sorprende, sin embargo, que buena parte de los medios haya matizado, escondido o incluso omitido esta noticia. Algunos porque la lectura positiva chocaría con su línea editorial, otros porque reconocer avances implica aceptar que las políticas públicas implementadas en los últimos años —tan criticadas por sectores empresariales y opositores— están dando resultados.
Pero negar o esconder datos oficiales de un organismo autónomo como el INEGI es, en el mejor de los casos, un ejercicio de miopía y, en el peor, una falta de ética periodística.
Claro, los retos siguen ahí. Más del 30 % de la población sigue en situación vulnerable, y aunque las carencias sociales han disminuido, el acceso a servicios de salud sigue siendo una herida abierta: 34 % de los mexicanos todavía carece de cobertura.
Además, la desigualdad regional sigue marcando un abismo; estados como Chiapas, Guerrero y Oaxaca continúan muy por encima del promedio nacional. El progreso, por tanto, no debe ser excusa para la complacencia, sino un llamado a redoblar esfuerzos.
Lo que está en juego no es solo mantener la tendencia positiva, sino construir las condiciones para que millones más salgan de la pobreza y no regresen a ella. Esto significa invertir en salud, educación y seguridad social con la misma decisión con que se han impulsado los apoyos económicos. Significa también dejar de ver la política social como un gasto y asumirla como lo que es: una inversión en el capital humano del país.
Hoy México recibe una confirmación estadística de algo que muchos ya intuían: las políticas de redistribución y dignificación del salario funcionan.
Que esta noticia no ocupe las ocho columnas no la hace menos real ni menos trascendente. Por eso, en Tejido Social elegimos destacarla: porque las buenas noticias no deben quedar enterradas bajo capas de cinismo mediático. Y porque, si la pobreza ha retrocedido como nunca en años, es justo reconocerlo… y exigir que la historia siga avanzando en la misma dirección.