A lo largo de la historia se ha repetido una idea equivocada: que los Estados o los gobernantes “crearon” las religiones oficiales de sus pueblos. Sin embargo, un repaso atento a los procesos históricos demuestra que ninguna religión nace de un decreto imperial ni de un acta parlamentaria.
Las religiones surgen de experiencias de fe, se organizan en comunidades, formulan doctrinas y establecen estructuras jerárquicas mucho antes de que un poder político las reconozca o las convierta en oficiales.
Lo que sí es evidente es que los Estados han ejercido una enorme influencia en la expansión, consolidación y uniformidad de esas religiones.
El cristianismo en el Imperio romano
El caso más emblemático es el del cristianismo en Roma.
- Edicto de Milán (313 d.C.): Constantino otorgó libertad de culto a los cristianos, tras siglos de persecución. No inventó la religión, solo la dejó de perseguir.
- Concilio de Nicea (325 d.C.): el emperador intervino convocando a los obispos para resolver disputas doctrinales. Hubo influencia imperial en las decisiones, pero la base doctrinal y organizacional de la Iglesia ya existía.
- Edicto de Tesalónica (380 d.C.): con Teodosio I, el cristianismo en su forma nicena, reconocida como “katholikós” (universal), se convirtió en la religión oficial y obligatoria en el imperio romano.
La Iglesia católica, por tanto, no fue un invento del Imperio romano. Ya contaba con jerarquía (obispos, presbíteros, diáconos), doctrina (Credo apostólico) y unidad en torno al obispo de Roma.
Lo que hizo el Imperio fue adoptarla, darle respaldo legal y utilizarla como elemento de cohesión política y social.
El protestantismo en la Europa moderna
Siglos más tarde, la Reforma protestante siguió un proceso similar en dirección opuesta.
- Sacro Imperio Romano Germánico – que abarcó territorios como Alemania, partes de Italia, Bohemia y otros en 1555: se estableció el principio de “cuius regio, eius religio”, que significa que los súbditos debían adoptar la religión de su príncipe. Muchos estados hicieron oficial el luteranismo.
- Inglaterra – Acta de Supremacía en 1534 y Acta de Uniformidad de 1559: el anglicanismo se convirtió en religión oficial, con obligatoriedad de asistir a los oficios.
- Escandinavia y Escocia: el luteranismo y el presbiterianismo fueron declarados confesiones estatales exclusivas.
Tampoco en este caso los reyes inventaron el protestantismo. Lutero, Calvino, Zwinglio y otros reformadores ya habían establecido comunidades, doctrinas y formas de culto.
Lo que hicieron los Estados fue alinearse con una de esas confesiones, apoyarla y en ocasiones imponerla por ley como única opción.
Poder político y religión: una alianza de conveniencia
Estos dos grandes momentos históricos nos dejan ver un mismo patrón tanto en la iglesia católica como en la protestante:
- La religión nace primero de una experiencia espiritual y se consolida en estructuras propias. El poder político interviene después, buscando en ella un instrumento de unidad o legitimidad.
El Estado no crea religiones, las adopta. Puede imponerlas como oficiales, perseguir a las rivales o incluso moldear aspectos de su práctica, pero la raíz de la fe no proviene del decreto político.
La historia demuestra que los imperios y Estados no inventan religiones. Lo que hacen es usarlas, aliándose con ellas para consolidar su poder y garantizar cohesión social.
El Imperio romano no creó el catolicismo; lo reconoció, lo usó y lo oficializó. Inglaterra, Suecia o los principados alemanes no crearon el protestantismo; lo asumieron como fe estatal.
Las religiones son anteriores y más profundas que el poder político. El Estado puede favorecerlas, oprimirlas o utilizarlas, pero nunca es su verdadero creador.