Las raíces de la desigualdad mexicana: del saqueo histórico al neoliberalismo

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México celebra haber alcanzado su mejor posición en el Índice de Complejidad Económica, situándose en el lugar 17 a nivel mundial, lo que significa que su producción es industrial, diversificada y compleja, a diferencia de los países que producen pocos productos y poco variados, como producción agrícola o actividad ganadera. 

Sin embargo, este logro contrasta con otra realidad: la desigualdad social y económica sigue siendo una de las más profundas del planeta. 

La pregunta obligada es: ¿por qué, a pesar de producir como país de primer mundo, gran parte de la población vive con carencias básicas?

Para entenderlo, es necesario mirar hacia atrás. La desigualdad mexicana no surgió de la noche a la mañana: es el resultado de estructuras históricas arraigadas y de decisiones políticas recientes, especialmente durante el periodo neoliberal.

Herencia histórica: un arranque desigual

Desde la colonia, México se construyó como una sociedad marcada por jerarquías de raza, privilegios de casta y concentración de tierras. La riqueza estaba concentrada en pocas manos, mientras millones vivían en situación de explotación y por lo tanto en la miseria.

Aunque la Revolución Mexicana y las reformas agrarias del siglo XX buscaron cambiar este panorama, la estructura desigual nunca se desmanteló por completo. El sur, con alta población indígena y campesina, quedó marginado, mientras el centro y norte industrializados atrajeron inversión y desarrollo.

Este arranque desigual marcó el rumbo: millones nacieron prácticamente sin oportunidades de educación, salud o movilidad social mientras un puñado de personas concentraron las riquezas el país.

El modelo neoliberal: modernización sin justicia social

La crisis de deuda de 1982 abrió paso al neoliberalismo en México. Los gobiernos de las siguientes décadas apostaron por un modelo basado en privatizaciones, apertura comercial y reducción del papel del Estado.

  • Privatizaciones: decenas de empresas estatales pasaron a manos privadas a precios bajos y con procesos opacos, concentrando la riqueza en pocas familias.
  • Apertura comercial: el TLCAN integró a México a las cadenas globales, modernizando sectores como el automotriz y el electrónico, pero dejó en la indefensión a millones de campesinos que no pudieron competir contra las importaciones agrícolas subsidiadas de Estados Unidos.
  • Estado debilitado: se redujo la inversión en salud, educación e infraestructura social, bajo la idea de que el mercado resolvería los desequilibrios que surgieran en la sociedad.

La corrupción: un multiplicador de desigualdad

El modelo neoliberal se implementó en los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto, en medio de una atmósfera impregnada de corrupción en todos los ámbitos del país, desde los más altos mandos de gobierno hasta los “servidores públicos” de menor rango.

  • Privatizaciones hechas a modo beneficiaron a empresarios cercanos al poder político.
  • Contratos y concesiones extractivas (minería, energía, agua) que otorgaron grandes ganancias a “inversionistas” privados sin compensar a las comunidades que fueron despojadas.
  • Recursos públicos que debieron invertirse en combatir la pobreza se desviaron o diluyeron en redes de corrupción.

El resultado de la instalación del modelo neoliberal fue una economía modernizada en ciertos sectores, pero con una base social profundamente fracturada.

Comparaciones incómodas

Si bien la historia de la pobreza y la profunda desigualdad en México comenzó con la colonia instaurada a partir de la llegada imperial de los españoles, luego de varias etapas de saqueo, la pobreza se profundizó con la instauración del modelo neoliberal. Hasta hoy México no ha logrado salir de esa trampa de desigualdad.

Otros países que también partieron de escenarios adversos —como Corea del Sur tras la guerra o Finlandia tras la pobreza rural del siglo XIX— lograron superar sus desigualdades al apostar por educación masiva, innovación y un Estado fuerte.

México, en cambio, avanzó en sofisticación productiva pero no fortaleció sus instituciones sociales ni invirtió de manera estratégica en igualdad de oportunidades, además de que se toleró la corrupción devastadora que si no saqueó totalmente al país fue porque no le dio tiempo, pues en 2018 llegó al poder Andrés Manuel López Obrador con una estrategia de igualdad y combate a las privatizaciones.

Tantos siglos favoreciendo a pocas familias que acapararon las riquezas de la nación generó amplios grupos de poder con una gran infraestructura en industria y medios de comunicación. Esas empresas de industria, servicios y medios de comunicación, hoy representan una oposición que, usando sus recursos obtenidos mediante el saqueo y la corrupción, se resisten a permitir un cambio estructural que termine con la desigualdad en México.

Un modelo que explica el presente

Hoy México produce autos, aviones y tecnología, pero al mismo tiempo convive con millones de personas en la informalidad, con salarios bajos y sin acceso a servicios básicos. La paradoja se explica porque la complejidad económica avanzó, pero las bases de justicia social quedaron rezagadas.

La desigualdad que padecemos no es un accidente, sino el resultado acumulado de siglos de exclusión y décadas de políticas económicas que dieron prioridad a la eficiencia del mercado y relegaron el bienestar social.

Un gobierno democrático, por mucho que tenga el propósito de conformar un país con bienestar, tardará mucho en desmantelar la estructura empresarial que se resiste a dar paso a un país igualitario, desarrollado y con bienestar social.

México ha demostrado capacidad para integrarse a la economía global, pero aún no logra transformar esa fuerza productiva en un país más justo. Entender las raíces históricas y el peso del neoliberalismo es indispensable para entender por qué ha sido necesario implementar los programas sociales. 

Tumbar al país puede costar varias décadas. Levantarlo tardará mucho más. Pero la ruta ya está marcada. 

Mientras tanto, la derecha seguirá tratando de volver al régimen neoliberal, utilizando sus medios de comunicación para desprestigiar con mentiras a quien intente hacer de México un país desarrollado, justo e igualitario.

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