Metrobús Laguna: la corrupción que devora a Torreón

Más de mil millones de pesos invertidos, estaciones abandonadas, deudas millonarias y una ciudad atrapada en un transporte obsoleto: el fallido metrobús de Torreón se ha convertido en el símbolo de la ineficiencia, la impunidad y el deterioro urbano.

En Torreón, el Metrobús dejó de ser un proyecto de modernización para convertirse en una herida abierta. Pensado como un sistema de transporte de vanguardia para la Comarca Lagunera, con carriles exclusivos, estaciones inteligentes y autobuses articulados, hoy luce como un cementerio de concreto y acero, marcado por la desilusión ciudadana y el silencio institucional.

Desde su anuncio en 2016, el Metrobús Laguna prometía transformar la movilidad con una inversión de más de 1,800 millones de pesos, provenientes de fondos federales, estatales y municipales. Lo que iba a ser una solución eficiente al caos vial y al uso excesivo del automóvil, terminó acumulando sobrecostos, adeudos con Banobras por más de mil millones de pesos, vandalismo, abandono y un sinfín de prórrogas que han postergado indefinidamente su entrada en operación.

En junio de 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó una consulta “a mano alzada” en un mitin público en Gómez Palacio, Durango, para decidir si se seguiría adelante con el Metrobús Laguna.

En aquel evento —celebrado el 16 de junio de 2019— AMLO preguntó directamente a los asistentes “sí o no” sobre continuar con el proyecto. Ante un contundente rechazo mayoritario, declaró que cancelaría el Metrobús y encomendó a las autoridades locales organizar una consulta ciudadana formal, aunque “no con el INE”, que en ese tiempo estaba contaminado de una feroz corrupción … “porque costaría más que el Metrobús”. La consulta no nunca se realizó por las autoridades locales.

La Auditoría Superior de la Federación ha documentado anomalías graves: obras pagadas pero no ejecutadas, materiales de baja calidad, contratos sin justificación técnica y estaciones vandalizadas antes de ser usadas por un solo pasajero. Durante las administraciones priistas de Rubén Moreira y Miguel Riquelme, el metrobús fue bandera política y promesa electoral. Hoy, esa bandera está rota.

Pese a las promesas recientes del gobernador Manolo Jiménez de reactivar el proyecto bajo el nuevo nombre de “Bus Laguna”, el presupuesto federal 2025 no contempla ninguna partida especial para su reactivación, y el proyecto se encuentra fuera de la prioridad nacional. Banobras otorgó una última prórroga para que opere antes de enero de 2026, pero el margen de maniobra es estrecho y el tiempo corre.

Mientras tanto, la infraestructura inconclusa ha tenido consecuencias tangibles para la ciudad: estaciones abandonadas que se han convertido en focos de vandalismo, calles bloqueadas por obras a medias, comercios afectados por la reducción del paso vehicular y una población usuaria del transporte público que sigue dependiendo de unidades viejas, contaminantes y saturadas.

La ciudadanía observa con creciente enojo. Líderes del sector transporte y comerciantes locales han denunciado públicamente el deterioro progresivo de la infraestructura, el desinterés oficial y la falta de transparencia. Algunos incluso señalan posibles redes de corrupción que permitieron pagos indebidos sin consecuencia alguna.

Además del costo económico, el metrobús representa un costo social y urbano. No sólo no ha mejorado la movilidad, sino que ha contribuido al deterioro del entorno, a la inseguridad y al aumento de la contaminación. Todo lo contrario a lo que debía lograr.

Expertos en urbanismo y movilidad coinciden: sin un rediseño integral que incluya rutas alimentadoras, conectividad multimodal, infraestructura para peatones y ciclistas, y sobre todo, una voluntad política real, el metrobús será otro ejemplo del fracaso de las políticas públicas en regiones periféricas del país.

A menos de un año de que expire el plazo para su posible rescate, la pregunta sigue siendo la misma: ¿cuántos millones más se necesitan perder para que alguien rinda cuentas?

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