El marcador fue claro, casi cruel: México 2, Suiza 4. Aunque se trató de un amistoso internacional disputado en Salt Lake City como preparación para la Copa Oro, el resultado dejó una sensación amarga en el ambiente tricolor. Pero más allá del tropiezo, cabe una pregunta que ya circula con insistencia entre comentaristas, analistas y aficionados: ¿fue este partido sólo un mal día… o es una fotografía fiel del momento que vive el fútbol mexicano?
La respuesta incómoda es esta: lo segundo.
No fue solo un mal partido
Lo preocupante no es perder ante un rival europeo, sino cómo se pierde. México no solo fue superado en el marcador, sino también en la actitud, en la organización defensiva y en la capacidad de respuesta emocional. El propio Javier Aguirre, técnico al mando de esta gira, lo reconoció: “Nos faltó personalidad… Nos vinimos abajo tras el primer gol”.
Los errores defensivos fueron graves y constantes. Desatenciones, salidas mal medidas, coberturas flojas. Una defensa sin jerarquía. El portero Raúl Rangel tuvo destellos de calidad, pero no bastaron para contener a una Suiza que mostró exactamente lo que nos hace falta: orden, seguridad y efectividad.
¿Y esto qué dice del fútbol mexicano?
Dice mucho. Dice, por ejemplo, que el relevo generacional no está madurando a la velocidad que necesita un equipo nacional con aspiraciones continentales. Que nuestros jugadores jóvenes, muchos de ellos formados en ligas locales demasiado cómodas, no tienen aún la tensión competitiva que se requiere en la élite. Que seguimos sin resolver el eterno dilema entre foguear a nuevos talentos y mantener una base sólida de experiencia.
También dice algo de nuestras estructuras internas: del nivel de nuestra liga, de la falta de exportación real de talento a Europa, de la distancia entre nuestros clubes y el fútbol de alto rendimiento global.
No basta con dominar la Concacaf
Durante años, el consuelo ha sido reinar en la región. Pero ese título regional pesa poco cuando se enfrenta a equipos como Uruguay, Alemania o Suiza. ¿Queremos seguir viviendo del recuerdo del “gigante de la Concacaf” o estamos listos para asumir que el mundo del fútbol ya no nos espera?
Lo ocurrido ante Suiza debería encender las alarmas. No por el marcador, sino por la lección que encierra. El fútbol mexicano necesita más que buenos momentos: necesita profundidad, constancia, carácter. Necesita una defensa que no tiemble y un mediocampo que piense antes que corra. Necesita jugadores que brillen fuera, en ligas donde los errores se pagan caro, para que cuando regresen al Tri lo hagan con experiencia, no con nervios.
El verdadero examen aún no llega
Lo cierto es que la Copa Oro está a la vuelta de la esquina, y si bien el grupo no luce intimidante (República Dominicana, Surinam, Costa Rica), México no puede darse el lujo de otra actuación deslucida. No porque lo exijan los títulos, sino porque lo exige el orgullo.
Este amistoso fue un espejo. Tal vez incómodo, pero necesario. Lo que hagamos ahora con esa imagen —si la escondemos o si aprendemos de ella— definirá, en parte, el futuro inmediato del fútbol mexicano.