México avanza en complejidad económica, pero las brechas sociales persisten

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México alcanzó en 2023 su mejor posición histórica en el Índice de Complejidad Económica (ECI) elaborado por la Universidad de Harvard, al situarse en el puesto 17 a nivel mundial entre más de 130 países. 

El Índice de Complejidad Económica mide la diversidad y sofisticación de los productos que exporta cada nación, y suele considerarse un predictor del crecimiento futuro.

A primera vista, es una noticia positiva: México ha logrado escalar al rango de economías con estructuras productivas cercanas a las de potencias como Estados Unidos (15) y China (16). Sin embargo, el dato no puede interpretarse de manera aislada. El país sigue enfrentando profundas desigualdades sociales que limitan el impacto real de este avance en la vida cotidiana de millones de personas.

¿Qué significa la complejidad económica?

La complejidad económica no mide cuántos recursos tiene un país, sino qué tan sofisticados son los bienes que produce y exporta.

  • Una economía más compleja exporta no solo más productos, sino también aquellos que requieren mayor conocimiento técnico e innovación.
  • Así, un país que vende automóviles, piezas aeroespaciales o tecnología digital se coloca en mejor posición que otro que solo exporta petróleo o materias primas.

En este sentido, México ha diversificado su base productiva en sectores como la industria automotriz, aeroespacial y electrónica, consolidando cadenas de suministro que lo vuelven un actor relevante en la economía global.

El contraste con la realidad social

Pero el logro técnico no siempre se traduce en bienestar social inmediato. México puede presumir su lugar 17 en complejidad, y sin embargo aparece entre los países con mayores desigualdades sociales del mundo.

Los datos más recientes muestran que:

  • Los hogares más ricos del país ganan, en promedio, 14 veces más que los más pobres.
  • Existen marcadas diferencias regionales: el norte industrializado contrasta con un sur donde la pobreza persiste.
  • El acceso a salud, educación de calidad y seguridad laboral sigue siendo desigual.

Esto significa que mientras la economía mexicana se sofistica, gran parte de la población no experimenta todavía los beneficios de esa modernización.

El ascenso de México en el Índice de Complejidad Económica es una señal alentadora de su capacidad productiva. Pero, al mismo tiempo, es una llamada de atención: los logros macroeconómicos no bastan si la riqueza y las oportunidades no se reparten con mayor equidad.

Más que un punto de llegada, este récord debe verse como una oportunidad y un reto: transformar la sofisticación productiva en una herramienta real para cerrar las brechas sociales.

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