Este domingo 6 de julio, en el NRG Stadium de Houston, se jugará una edición más del Clásico de la Concacaf: México enfrentará a Estados Unidos en la final de la Copa Oro 2025.
Es una oportunidad para levantar el trofeo “Copa de Oro” número diez en la historia del “Tri”, pero también una prueba mayor para un equipo que, hasta ahora, ha llegado lejos sin terminar de convencer.
México selló su pase a la final tras vencer 1‑0 a Honduras en las semifinales, gracias a un gol de Raúl Jiménez al minuto 49, tras una jugada colectiva bien hilada que culminó con una asistencia del juvenil Gilberto Mora, de apenas 16 años.
El equipo mostró solidez defensiva y mantuvo la portería en cero, algo que ha logrado en tres de sus cinco partidos del torneo. Luis Malagón ha sido clave bajo los tres palos, consolidándose como una figura segura en momentos de tensión.
Sin embargo, el rendimiento general ha sido irregular. En cuartos de final, México superó 2‑0 a Arabia Saudita, pero sin desplegar un juego particularmente vistoso. En otros encuentros, el equipo ha mostrado falta de creatividad, escasa contundencia y una preocupante rigidez táctica.
La escuadra dirigida por Javier Aguirre ha cumplido con los resultados, sí, pero sin ofrecer un futbol que ilusione de cara al Mundial 2026, donde México será anfitrión.
Estados Unidos, por su parte, llega con fuerza renovada. Bajo la dirección de Mauricio Pochettino, la selección estadounidense ha mostrado orden, disciplina y una energía que contrasta con el andar más conservador del Tri.
En semifinales vencieron 2‑1 a Guatemala con un doblete del joven mediocampista Diego Luna, de 21 años, quien ha sido una de las revelaciones del torneo: suma tres goles y cuatro asistencias. El equipo estadounidense luce compacto, ambicioso y con una identidad en construcción que empieza a dar frutos.
La final, por tanto, será un duelo muy parejo. Las casas de apuestas otorgan una ligera ventaja a México, pero el impulso emocional y táctico parece estar del lado estadounidense. El Tri deberá corregir su falta de dinamismo, asumir riesgos y recuperar el protagonismo con el balón. La presión estará del lado mexicano, tanto por historia como por expectativas.
No basta con ganar. El título sería un logro, pero si llega sin solidez ni estilo, podría convertirse en un espejismo. México necesita una victoria que sirva como punto de partida para consolidar un equipo competitivo rumbo a 2026. Una victoria que no solo emocione a la afición, sino que deje claro que este equipo tiene rumbo, carácter y ambición.
El balón rodará a las 17:00 horas, tiempo del centro de México. En la cancha no sólo estará en juego un trofeo, sino la credibilidad de un proyecto que aún tiene mucho que demostrar.