Pasear por el campo es una experiencia que despierta no sólo los sentidos, sino también la curiosidad. El contacto con la tierra húmeda, el rumor de un riachuelo escondido entre piedras y pasto, las siluetas difusas de las montañas lejanas… y, sobre todo, ese cielo inmenso en donde las nubes se extienden como una sábana suspendida, suave y gris. Pero en medio del asombro, una pregunta se cuela con timidez pero con firmeza: ¿por qué flotan las nubes?
Nubes que no caen
Las nubes están hechas, en su mayoría, de diminutas gotitas de agua o cristales de hielo. A veces, pueden parecer tan densas que cuesta creer que no se vengan abajo como una cubeta llena de agua. Sin embargo, no caen. ¿Por qué?
La respuesta tiene que ver con el tamaño de esas gotas y con las fuerzas que actúan en la atmósfera.
Una gotita típica de nube mide apenas unas 20 micras (0.02 milímetros) de diámetro. A esa escala, la gravedad sigue tirando de ellas hacia abajo, sí, pero la resistencia del aire es suficiente para contrarrestar esa caída. Es como si flotaran en cámara lenta, sostenidas por las corrientes ascendentes de aire caliente.
Imagina lanzar una pluma al viento: no cae en picada como una piedra, sino que desciende lentamente, incluso bailando un poco. Así sucede con las gotitas que forman una nube: su peso es tan pequeño que la agitación del aire —especialmente en días cálidos, cuando el suelo calienta el aire y lo empuja hacia arriba— las mantiene suspendidas a varios kilómetros de altura.
¿Cuánta agua puede tener una nube?
Aunque parezcan livianas, las nubes pueden ser sorprendentemente pesadas… en conjunto. Una nube cúmulo promedio (de esas esponjosas que parecen algodón) puede contener entre 500 mil y un millón de kilogramos de agua. Sí, ¡hasta mil toneladas!
¿Cómo es posible que todo ese peso no nos aplaste? Porque esa agua no está en forma líquida compacta, sino repartida en millones y millones de diminutas gotitas distribuidas en un volumen gigantesco. Si una nube de un kilómetro cúbico alberga esa cantidad de agua, en realidad contiene sólo medio gramo de agua por metro cúbico de aire, más o menos. El aire húmedo, en ese caso, sigue siendo más liviano que el aire frío y seco que lo rodea, por eso sube y allí se mantiene.
¿Por qué están allí arriba?
Las nubes se forman en zonas donde el aire húmedo asciende, se enfría y alcanza su punto de condensación: es decir, la temperatura a la que el vapor de agua se convierte en gotitas. Esto ocurre con más facilidad a cierta altura, donde el aire está más frío. Así que ese mar de nubes que contemplaste desde el campo, ese gran “paraguas” natural que parecía cubrir el paisaje, no es más que el resultado de millones de pequeñas condensaciones ocurridas en una franja muy específica de temperatura y humedad.
En otras palabras, las nubes están donde las condiciones son perfectas para que el vapor se transforme en gota. Ni más arriba, donde estaría demasiado frío y seco; ni más abajo, donde el aire es cálido y no favorece la condensación.
Un sándwich natural
Cuando elevamos la vista y vemos esa “tapa” de nubes separada del suelo por una capa de aire transparente, estamos presenciando un equilibrio delicado. La tierra, fuente de calor; el aire, campo de juego de las corrientes ascendentes y descendentes; y las nubes, flotando en lo alto como si fueran inofensivas. Un sándwich natural que la ciencia nos ayuda a entender, pero que sigue teniendo un sabor de maravilla cada vez que lo observamos.