Por qué tantos evangélicos apoyan a Israel

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En medio de los enfrentamientos entre Israel e Irán, hay algo que tal vez pocas personas conocen: millones de cristianos evangélicos en Estados Unidos y América Latina apoyan de forma muy intensa al gobierno israelí. Y lo curioso es que este apoyo no viene por razones políticas o de derechos humanos, sino por motivos religiosos. Para muchos de ellos, Israel tiene un papel especial en lo que creen que será “el fin del mundo”.

Este pensamiento no es nuevo. Desde hace años, muchos pastores evangélicos han dicho que el regreso del pueblo judío a la tierra de Israel es parte de una profecía bíblica. Según su visión, para que Jesús regrese a la Tierra, primero deben cumplirse ciertos hechos, como que los judíos vuelvan a vivir en su tierra ancestral. Por eso, apoyar a Israel —y especialmente a sus decisiones más polémicas— es para ellos una especie de deber sagrado.

Organizaciones como Christians United for Israel (Cristianos Unidos por Israel), con millones de seguidores, han convertido esta idea religiosa en una verdadera campaña política. Influyen en políticos, en votantes y en decisiones internacionales. Así se explica, por ejemplo, que apoyen que Israel construya asentamientos en territorios palestinos o que nieguen la posibilidad de crear un Estado para Palestina.

Pero hay un problema serio con esto. Al poner sus creencias por encima de la realidad, muchos de estos grupos cierran los ojos frente al sufrimiento de los palestinos. Para ellos, lo importante es que se cumpla la profecía, sin importar cuántas personas pierdan su hogar o su vida. Es como si lo que pasa en la Tierra no importara, porque lo único que vale es lo que supuestamente está escrito en el cielo.

No todos los cristianos piensan así. Muchos otros —católicos, ortodoxos, protestantes de otras corrientes— han criticado esta forma de pensar. Dicen que no se puede usar la religión para justificar la ocupación de tierras, la violencia o la negación de derechos a otros pueblos. Que la fe debe buscar la paz, no la guerra.

Y desde México, esto también nos debe hacer pensar. Aquí también vemos cómo a veces se mezclan la religión y la política de formas que no siempre ayudan al bien común. La fe es valiosa, pero no debe usarse para imponer ideas o tomar decisiones que afecten a millones de personas.

En lugar de usar la Biblia como un mapa político, tal vez deberíamos recordar sus mensajes más humanos: amar al prójimo, hacer justicia, construir paz. Porque, al final, lo más sagrado no son los territorios ni las profecías, sino la vida y la dignidad de cada persona.

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