Cuando uno vive en una ciudad, moverse de un lado a otro puede ser una pesadilla… o todo lo contrario. El transporte urbano es algo que usamos todos los días, pero pocas veces nos detenemos a pensar qué tan bueno —o malo— es en comparación con otras ciudades del país. Pues bien, ya hay estudios que lo comparan, y los resultados sorprenden.
Un informe reciente del Centro Mario Molina, en colaboración con organismos internacionales, evaluó cómo funcionan los sistemas de transporte en diferentes ciudades de México. Lo hicieron con criterios muy completos: si son seguros, accesibles, eficientes, bien planeados, modernos, y si cuidan el medio ambiente. En pocas palabras: qué tanto ayudan a vivir mejor.
Lo bueno: las ciudades que se mueven mejor
La Ciudad de México tiene el sistema más amplio y diverso del país. Metro, Metrobús, Trolebús, Cablebús, tren suburbano, e incluso bicicletas compartidas. Puede que muchos lo critiquen (y con razón), pero si se ve todo el conjunto, está muy por encima del promedio nacional. ¿Cuál es su gran ventaja? Que muchos de sus medios están conectados entre sí y el costo es accesible. Pero también hay muchos “peros”: estaciones llenas, retrasos, fallas y, sobre todo, la inseguridad, especialmente para las mujeres.
Otro caso interesante es Mérida, en Yucatán. Esta ciudad está dando pasos muy firmes hacia un transporte más moderno, con camiones nuevos, rutas claras y hasta un sistema eléctrico llamado IE-TRAM. Además, están integrando bicicletas, aplicaciones móviles y conexiones con otras rutas del estado. Muchos lo consideran ya uno de los modelos a seguir.
Villahermosa, aunque más pequeña, también fue reconocida como una de las mejores en su categoría. Su transporte ha mejorado en organización y servicio, aunque todavía tiene camino por recorrer.
Lo malo: donde moverse es sufrir
Aquí las cosas se ponen más complicadas. La ciudad de Morelia, por ejemplo, fue calificada como la peor entre las grandes. Los camiones son viejos, hay rutas mal planeadas y el sistema en general no está integrado. Algo similar pasa en Toluca, donde además hay demasiadas concesiones otorgadas por interés político, sin pensar en el usuario.
¿Y qué decir de Monterrey? Sorprende que una ciudad tan desarrollada tenga un transporte tan deficiente. A pesar de contar con metro, el sistema en general es desigual, caro y poco accesible para quienes viven en la periferia. Quienes no tienen auto, se las ven muy difíciles.
En Colima y Villa de Álvarez, las cosas no pintan mejor. Para una ciudad pequeña, el transporte debería ser más eficiente, pero la falta de inversión y planificación los deja mal parados.
Más allá del transporte: una mirada al fondo
Lo que se ve en estas ciudades no es sólo un problema de camiones o de tráfico. Es un reflejo claro de cómo se organiza la vida en nuestras ciudades. Cuando el transporte funciona mal, afecta todo: llegar tarde al trabajo, gastar más dinero en pasajes, perder horas con la familia, y vivir con estrés o inseguridad. Y esto lo sufren más quienes menos tienen.
Además, muchas ciudades permiten que el transporte lo controlen grupos privados que sólo buscan ganancias, sin un verdadero interés en servir bien a la población. En cambio, donde hay voluntad política e inversión inteligente, las cosas pueden mejorar. Mérida es ejemplo de eso.
El transporte urbano no es sólo un tema de movilidad. Es un asunto de justicia social. No debería ser un lujo tener un camión limpio, puntual y seguro. Es un derecho. Y mejorar el transporte no sólo ayuda a la economía de una ciudad: mejora la calidad de vida de todos sus habitantes.
Así que la próxima vez que estés esperando una combi, un camión o el metro, piensa que hay lugares donde sí se puede hacer bien. Y que exigirlo, también es parte del camino hacia un país más justo y mejor conectado.