1 de agosto 2025
La comunidad internacional comienza a reaccionar con firmeza y humanidad frente a una de las peores crisis humanitarias de este siglo. Francia, Reino Unido y Canadá han anunciado que reconocerán al Estado Palestino en la próxima Asamblea General de la ONU, en un gesto que, más allá de lo simbólico, busca restaurar la esperanza en la solución de dos Estados y poner un freno a las políticas de exterminio que Israel ha desplegado sin tregua sobre Gaza.
El anuncio representa un quiebre en la política tradicional de las potencias occidentales, tradicionalmente alineadas con Israel y Estados Unidos. Por primera vez, tres países del G7 se atreven a reconocer a Palestina como sujeto político legítimo, mientras la población civil en Gaza agoniza bajo bombardeos, hambruna, desplazamiento forzado y la destrucción sistemática de infraestructura vital.
Más de 60,000 muertos palestinos, en su mayoría mujeres y niños, no han bastado para sensibilizar al gobierno israelí ni a la administración Trump. Pero sí han conmovido la conciencia de millones.
Una decisión con condiciones
Francia fue la primera en anunciar que formalizará su reconocimiento en septiembre. El Reino Unido lo hará si Israel no presenta avances concretos hacia un alto el fuego y la desocupación de territorios palestinos. Canadá, por su parte, condiciona su respaldo a reformas democráticas internas en Palestina, como la realización de elecciones en 2026 y la exclusión de Hamás. Si bien los matices existen, el mensaje de fondo es claro: el tiempo de la ambigüedad terminó.
Este giro diplomático es también una respuesta a la impotencia moral ante un genocidio televisado. Las bombas sobre hospitales, las restricciones al agua, los asesinatos masivos de civiles, y la ocupación militar no pueden seguir siendo justificados en nombre del “derecho a defenderse”. Lo que ocurre en Gaza no es defensa, es exterminio.
América Latina también alza la voz
Latinoamérica no ha sido ajena a esta ola de conciencia. Países como Bolivia y Colombia rompieron relaciones diplomáticas con Israel en 2023 y 2024 respectivamente, acusándolo de crímenes de guerra.
Chile, México, Honduras y Belice han expresado también su indignación y exigido justicia internacional. Colombia incluso abrió una embajada en Ramala y convocó a países afines para denunciar a Israel ante tribunales internacionales.
Este movimiento latinoamericano no es nuevo. Históricamente, América Latina ha sido una de las regiones más comprometidas con la causa palestina, pero ahora lo hace con renovada fuerza, como eco de una humanidad que no se resigna ante la barbarie.
Marchas, eventos culturales, protestas frente a embajadas y pronunciamientos parlamentarios dan testimonio de una solidaridad viva que trasciende fronteras.
Estados Unidos e Israel: el bloque que se aísla
En contraste, el gobierno de Donald Trump ha reaccionado con furia. Ha calificado los reconocimientos como “concesiones a Hamás” y amenazado con represalias comerciales, especialmente contra Canadá.
Su postura, sin embargo, lo ha ido aislando: incluso aliados históricos comienzan a distanciarse de un discurso que justifica lo injustificable. Israel, mientras tanto, continúa su ofensiva en Gaza con la convicción de la impunidad, alentado por el silencio cómplice de Washington.
La crudeza de la realidad ya no puede ser maquillada con argumentos diplomáticos. No se puede hablar de democracia cuando se asesina a niños. No se puede hablar de seguridad cuando se aniquila a todo un pueblo. No se puede justificar un genocidio, aunque se intente vestirlo con eufemismos.
Palestina no está sola
En Tejido Social nos sumamos a este reconocimiento de Palestina como acto de justicia, dignidad y paz. Nos indigna profundamente la actitud del gobierno israelí, cuya política sistemática de ocupación, destrucción y muerte encarna una lógica genocida que debe ser denunciada sin rodeos.
Reconocer a Palestina no es sólo un asunto diplomático, es un imperativo moral. Es tenderle la mano a un pueblo que ha resistido décadas de despojo y muerte. Es creer que aún hay espacio para la justicia en el mundo. Es decir con claridad: Palestina tiene derecho a existir, a vivir en paz, a ser reconocida como nación soberana. Y no solo en los discursos: en los mapas, en los tratados, en la conciencia de la humanidad.