Muchas veces escuchamos hablar de orquestas sinfónicas y filarmónicas como si fueran lo mismo. Incluso, en ocasiones, los propios músicos reconocen que la diferencia práctica hoy es mínima. Sin embargo, hay un matiz interesante en el origen de ambos s# nombres que vale la pena conocer.
El origen de la “sinfónica”
La palabra sinfónica proviene del griego symphonia, que significa “sonar juntos”. Así, una orquesta sinfónica se refiere a una agrupación grande de músicos que interpretan obras orquestales, generalmente con un repertorio amplio que incluye sinfonías, conciertos y suites. El término enfatiza la naturaleza musical del conjunto: muchos instrumentos que, unidos, crean una sola voz.
El origen de la “filarmónica”
En cambio, filarmónica proviene del griego philos (amor) y harmonía (armonía). Es decir, “amigos de la armonía”. Originalmente, las orquestas filarmónicas estaban ligadas a asociaciones de amantes de la música, grupos ciudadanos o sociedades culturales que financiaban y organizaban los conciertos.
La diferencia era más institucional que musical: mientras la sinfónica solía depender de una estructura oficial (como el Estado o la iglesia), la filarmónica nacía del entusiasmo de la sociedad civil.
Hoy en día…
En la actualidad, tanto sinfónicas como filarmónicas son prácticamente iguales en su composición y repertorio. Ambas cuentan con cuerdas, vientos, metales y percusiones; ambas interpretan desde Beethoven hasta compositores contemporáneos.
La distinción que queda es sobre todo histórica y de nombre, más vinculada al origen de cada agrupación que a su manera de hacer música.
En otras palabras, cuando vayas a un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional o de la Filarmónica de Viena, recuerda que más allá del título, lo que importa es la grandeza de la música que interpretan.