El proyecto ferroviario de Claudia Sheinbaum busca más que construir vías: pretende transformar la movilidad, reducir desigualdades y detonar un nuevo impulso económico para México. Una apuesta que, de concretarse, puede cambiar la forma en que el país se conecta y crece.
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha puesto sobre la mesa una de las iniciativas más ambiciosas de los últimos años: un proyecto ferroviario que busca volver a darle vida al tren de pasajeros en México. No se trata solo de rieles y vagones, sino de un intento por transformar la forma en que el país se conecta, se mueve y se desarrolla.
Durante décadas, los trenes quedaron relegados en la memoria colectiva. La privatización de los años noventa y el abandono del transporte de pasajeros dejaron a México rezagado frente a naciones donde el tren es sinónimo de modernidad, movilidad y equilibrio regional. Hoy, el nuevo proyecto apunta a cambiar esa historia.
Implicaciones sociales: unir a las personas
El tren promete acortar distancias, no solo en kilómetros, sino también en tiempo y oportunidades. Ciudades que parecían lejanas estarán a un par de horas, lo que facilitará a millones de personas acceder a empleos, servicios de salud y educación. Para quienes hoy pasan horas en carretera, la posibilidad de un transporte seguro, rápido y más económico representa un cambio de vida.
Además, el ferrocarril es visto como una herramienta para combatir la desigualdad territorial: integrar comunidades y regiones que tradicionalmente han quedado al margen del desarrollo.
Implicaciones económicas: motor de crecimiento
La dimensión económica del proyecto es igual de relevante. Por un lado, las obras generan empleos y dinamizan a proveedores locales. Por otro, se abren posibilidades de reactivar corredores industriales, atraer inversiones ligadas al “nearshoring” y fortalecer el turismo al conectar destinos históricos y culturales.
El tren también puede volverse un aliado del medio ambiente, al reducir la dependencia del automóvil y del transporte carretero, lo que se traduce en menos congestión y menor contaminación.
Un punto de partida
Más allá de los detalles técnicos —que serán materia de futuros debates—, lo que está en juego es la posibilidad de que México recupere el tren como un símbolo de progreso compartido. La apuesta de Sheinbaum no es solo un proyecto de infraestructura: es un intento por imaginar un país más conectado, justo y competitivo.
En los próximos meses, la discusión no girará únicamente en torno a costos y rutas, sino a cómo este proyecto puede incidir en la vida cotidiana de millones de mexicanos y en el rumbo económico de la nación.