Trump revive la Doctrina Monroe: ¿qué significa para América Latina?

Mapa de América Latina con énfasis en el hemisferio occidental, acompañado por símbolos de poder político y militar, representando la nueva estrategia de seguridad de Estados Unidos y la reactivación de la Doctrina Monroe.
La nueva Estrategia de Seguridad de Estados Unidos plantea un regreso explícito a la Doctrina Monroe, reabriendo el debate sobre soberanía y autodeterminación en América Latina.

La nueva Estrategia de Seguridad de Estados Unidos reactiva una doctrina histórica de supremacía hemisférica y coloca a América Latina ante una disyuntiva de fondo: soberanía o alineamiento político.

La Casa Blanca publicó una nueva Estrategia de Seguridad Nacional firmada por Donald Trump. Es un documento de 33 páginas que define cómo ve su gobierno al mundo y qué piensa hacer para “proteger” a Estados Unidos.

En la parte dedicada a América Latina, aparece una frase que debería encender todas las alarmas en la región: Trump anuncia un “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe y promete “reafirmar y aplicar” esa doctrina para “restaurar la preeminencia de Estados Unidos en el hemisferio occidental”

Dicho en sencillo: Washington se vuelve a autoproclamar árbitro del continente, dueño del derecho de decidir quién puede estar, qué fuerzas extranjeras pueden tener presencia y qué tipo de gobiernos son aceptables.

¿Qué es la Doctrina Monroe y por qué importa hoy?

La Doctrina Monroe se formuló en 1823 con la consigna de “América para los americanos”. En el papel, buscaba frenar que las potencias europeas se metieran en el continente. En la práctica, la historia latinoamericana la recuerda como justificación de intervenciones, golpes de Estado y presiones de Estados Unidos sobre sus vecinos del sur

Con el tiempo, se añadieron corolarios que ampliaban el “derecho” de Washington a intervenir para “poner orden” cuando a su juicio un país fuera “inestable” o cuando peligraran intereses estadounidenses. Esa lógica es la que ahora se intenta revivir y actualizar bajo el nombre de “Trump Corollary”.

Qué dice, concretamente, la nueva estrategia

En la sección del hemisferio occidental, el documento afirma tres líneas centrales: 

  1. Restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio.
  2. Negar a “competidores no hemisféricos” (léase, sobre todo China y Rusia) la posibilidad de tener fuerzas, capacidades militares o control de activos estratégicos en América Latina.
  3. Reorganizar la presencia militar y de seguridad para enfrentar lo que llaman “amenazas urgentes”: migración, narcotráfico y presencia de otros actores globales.

Además, el texto habla de “enlistar” a sus aliados en la región para que se encarguen de controlar la migración, detener el flujo de drogas y garantizar la “estabilidad”, y deja abierta la puerta al uso de fuerza letal en operaciones contra lo que Estados Unidos considere cárteles y redes criminales

En paralelo, varios análisis y notas de prensa destacan que esta estrategia apuesta por un papel más duro de Estados Unidos en el Caribe y América Latina, con despliegues navales y operaciones que ya hemos empezado a ver en los últimos meses. 

Lo que no dice el documento, pero se entiende entre líneas

Hay cosas que el texto no formula de manera abierta, pero que resultan evidentes cuando se leen junto con la historia de la región y la práctica reciente de Washington:

  • Si Estados Unidos se reserva el derecho de “negar” la presencia de otros actores, ¿qué pasa con los países que quieren diversificar sus alianzas y negociar con China, Rusia u otros socios en términos de inversión, infraestructura o tecnología?
  • Si se priorizan sus intereses de seguridad y negocios, ¿qué lugar le queda a la autodeterminación de los pueblos latinoamericanos para decidir su modelo económico, sus alianzas y su política interna?
  • Si se habla de “premiar” gobiernos alineados con su estrategia, el mensaje es claro: los que no se alineen serán presionados, aislados o castigados de una u otra manera.

En la práctica, esto configura una especie de “supremacía hemisférica formalizada”: Estados Unidos se declara garante, juez y parte en el orden político, económico y militar del continente.

Migración y narcotráfico: pretexto conveniente

Migración y narcotráfico son dos problemas reales, dolorosos y complejos. Pero la estrategia de Trump los coloca como justificación central para ampliar presencia militar, acuerdos de seguridad y mecanismos de control sobre los países de la región. 

Desde nuestra perspectiva, conviene hacer algunas preguntas incómodas:

  • ¿Cuánto de la migración masiva es resultado de modelos económicos que han favorecido la dependencia, la desigualdad y la violencia?
  • ¿Cuánto del poder de los cárteles se alimenta del mercado de drogas dentro de Estados Unidos, del flujo de armas desde el norte hacia el sur y de sistemas financieros que lavan dinero a escala global?
  • ¿Puede hablarse de una política de “seguridad compartida” si las reglas las escribe solo Washington, en función de sus miedos internos y de sus elecciones políticas domésticas?

Cuando narcotráfico y migración se convierten en excusa para despliegues militares, sanciones, bases y operaciones de inteligencia, el riesgo es que el problema se militarice en lugar de atacarse en sus causas profundas.

América Latina otra vez en el tablero geopolítico

La mención explícita de “competidores no hemisféricos” muestra que América Latina está siendo vista como campo de disputa en la rivalidad global, sobre todo con China

No es la primera vez que la región se convierte en tablero de otros:

  • En la Guerra Fría, varios países vivieron golpes de Estado, dictaduras y guerras sucias justificadas por la lucha contra el comunismo.
  • Hoy, la retórica se actualiza: el enemigo ya no es el “comunismo” a secas, sino la influencia china, rusa u otras, y cualquier gobierno que no se subordine a la agenda de Washington puede ser etiquetado como “riesgo” o “amenaza”.

El peligro es que se repita el viejo guion: seguridad definida desde el norte, obediencia exigida al sur.

México y la región: la paz según Juárez o la paz según Trump

Desde México, la pregunta también es muy concreta. Benito Juárez sintetizó nuestra aspiración en una frase que hoy vuelve a ser urgente:

“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

La paz según la nueva estrategia de Trump, en cambio, se parece más a esto:

  • Estados Unidos decide qué actores globales pueden o no invertir o tener presencia estratégica en la región.
  • Estados Unidos define qué modelo de control de migración y de combate al narcotráfico debe aplicarse.
  • Estados Unidos reacomoda su presencia militar y de inteligencia en el hemisferio, con el argumento de que su seguridad está en juego.

En otras palabras, se plantea que la estabilidad del continente depende de que Estados Unidos conserve su dominio. Lo que para Washington es “seguridad nacional”, para muchos países puede convertirse en límites a su soberanía.

La decisión no es solo de Washington

Frente a este “Corolario Trump”, América Latina no está condenada a responder de una sola forma. Hay memorias de resistencia y también historias de subordinación:

  • La izquierda latinoamericana, cuando ha gobernado con coherencia, ha insistido en la libre autodeterminación, en la integración regional y en la búsqueda de márgenes de independencia frente a las grandes potencias.
  • Muchos gobiernos de derecha han optado históricamente por alinearse con Washington, aceptando su papel de “hermano mayor” a cambio de respaldo político, militar o económico.

El mapa político actual de la región es diverso y cambiante. Pero la pregunta de fondo es la misma de siempre: ¿la política exterior se definirá pensando en la dignidad y la soberanía de nuestros pueblos, o en la comodidad de mantener buenas relaciones con el poder de turno en la Casa Blanca?

Una pregunta que América Latina no puede eludir

Al final, la nueva estrategia de seguridad de Estados Unidos y su “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe nos obligan a formular, con todas sus letras, la pregunta central:

¿Qué tipo de relación quiere América Latina con Estados Unidos? ¿Una relación condicionada por una doctrina de supremacía hemisférica o una relación entre socios iguales que respetan la autodeterminación y la pluralidad de alianzas?

La respuesta no está escrita de antemano.

Dependerá de qué fuerzas políticas gobiernen en cada país, de la capacidad de nuestros pueblos para exigir respeto a su soberanía y de la voluntad de construir una región que no renuncie a dialogar con nadie, pero que tampoco esté dispuesta a ser tratada como patio trasero de nadie.

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