En el corazón de Querétaro, las vías del tren que atraviesan el centro de la ciudad se han convertido en un oscuro corredor de abandono, inseguridad y miseria.
Lo que alguna vez fue una vía activa de comunicación, hoy es un espacio inseguro donde la violencia, la insalubridad y la falta de atención de las autoridades se unen en una tragedia cotidiana.
Colonias como El Tepetate, El Cerrito, Las Hadas, Las Brujas, Álamos, Pedregal de Querétaro y Calesa son vecinas involuntarias de este escenario, donde los trenes ya no pasan con frecuencia, pero sí transitan el miedo, la desesperación y el olvido.
Vecinos de la zona han denunciado durante años el deterioro y la ausencia total de vigilancia y servicios. A pesar de que se trata de una vía presuntamente bajo jurisdicción federal, ni autoridades estatales ni federales han tomado cartas en el asunto.
“Es gente que deambula por aquí… muchas veces los atrapan las muelas de los vagones y les amputan las piernas”, narra un habitante de El Cerrito, al describir una de tantas escenas tan dolorosas como comunes en el paso de Avenida Corregidora Norte.
La zona se ha transformado en un refugio precario para personas en situación de calle y migrantes, quienes improvisan viviendas con cartón, lámina y madera. Pero también es un punto de quema de cables para extraer cobre, lo que genera una toxicidad preocupante y un riesgo sanitario para todos. “Ahí es donde se hace reunión… es una toxicidad terrible”, advierte otro vecino de El Tepetate.
Los testimonios coinciden: las vías del tren no sólo han sido abandonadas, han sido condenadas al olvido. En ese espacio, además de la pobreza y la exclusión, se ha asentado una creciente sensación de peligro.
La zona se ha convertido en baño público, espacio para el consumo de drogas y escenario de asaltos y agresiones. A pesar de las denuncias y llamados ciudadanos, la situación sigue sin respuesta institucional.
