El huevo, ese desayuno global (o no tanto)

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Pocos alimentos son tan versátiles como el huevo. Puede freírse, hervirse, batirse o escalfarse. Puede coronar unos chilaquiles o esconderse entre dos panes como sándwich. Pero lo más curioso no es todo lo que puede hacer, sino dónde se le da la bienvenida al amanecer… y dónde no. Porque aunque parezca increíble, hay países donde desayunar huevo es lo más normal, y otros donde simplemente no cabe en la mesa matutina.

En México, por ejemplo, los huevos son casi patrimonio nacional. Basta con asomarse a cualquier fondita por la mañana y encontrarse con huevos rancheros, revueltos con jamón, estrellados sobre unos frijoles o acompañando unos buenos chilaquiles. Para nosotros, el huevo es sinónimo de desayuno, energía y sabor.

Lo mismo ocurre en Filipinas, donde el famoso “silog” es un trío imbatible: arroz, huevo frito y carne, como tocino o longganisa (1). Un desayuno potente, sabroso y que no se anda con medias porciones.

En Turquía, los huevos aparecen en el “menemen”, una especie de revuelto con jitomate y pimientos que se sirve con pan caliente. En Alemania, no faltan los huevos duros o fritos junto al pan, embutidos y quesos. Y si nos vamos al Reino Unido, encontramos el famosísimo “full English breakfast”: huevo frito, salchichas, frijoles dulces, champiñones, jitomates y pan. Un platillo que parece más una comida de mediodía, pero que se sirve antes de las diez de la mañana.

Incluso en Japón, aunque el desayuno tradicional suele basarse en arroz, miso y pescado, el huevo ha ganado terreno gracias a la influencia occidental. Muchas familias optan por un desayuno híbrido donde el huevo aparece en forma de omelette o revuelto.

Sin embargo, no en todo el mundo el huevo reina en la mañana. En Francia, el desayuno típico se reduce a café con pan o croissant. En España, aunque el huevo sí figura en la cocina (sobre todo en tortillas o huevos rotos), no es común en el desayuno diario. En Suiza dominan los cereales, los yogures, las frutas. Y en China, donde el desayuno tradicional incluye sopas, bollos, fideos o dim sum, el huevo de gallina no es frecuente, salvo en versiones conservadas como el “huevo centenario” (2).

Eso sí, lo que no ocurre en el desayuno, ocurre más adelante. En el almuerzo (3) de muchas culturas, el huevo vuelve a aparecer: como en el “egg sando” japonés, una especie de sándwich frío de ensalada de huevo que se ha vuelto furor; o en las tortillas, quiches o ensaladas con huevo duro que adornan mesas de medio mundo.

Un dato curioso: aunque uno pudiera pensar que Estados Unidos o Europa serían los mayores consumidores de huevo, resulta que Hong Kong lidera el consumo per cápita con más de 400 huevos por persona al año. Asia, en general, lleva la delantera.

Así que, la próxima vez que rompas un cascarón en la mañana, recuerda que estás participando en un hábito que, aunque común en muchos países, no es ni mucho menos universal. El huevo viaja, cambia de forma, se adapta… pero no todos desayunan con él. Y eso lo hace aún más interesante.

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(1) La longganisa es una salchicha de cerdo filipina originaria de la provincia de Pampanga.

(2) El huevo centenario, también llamado huevo milenario o huevo de dragón, es una preparación culinaria china tradicional donde se conservan huevos de pato, pollo o codorniz en una mezcla de arcilla, ceniza, cal viva y otros ingredientes. Este proceso, que puede durar semanas o meses, altera drásticamente la textura, el color y el sabor del huevo, convirtiéndolo en un alimento peculiar y controversial. 

(3) Hay que tomar en cuenta que el “almuerzo” en muchos países se distingue del desayuno porque este suele constituirse de alimentos pesados y más nutrtivos.

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